Antes de saltar

Te ajustaste los cordones. Entrenaste tanto. Elegiste el peso adecuado y empezaste a caminar. Saltaste piedras disfrazadas de auto boicot y corriste rápido cuando fue necesario. Supiste escuchar las palabras de aliento y hacer oídos sordos a las demás. Trepaste. Más o menos empinado. Fue duro pero, finalmente llegaste donde estás hoy. La cima. El precipicio. Sentís ese viento fresco en la cara que despierta sensaciones que antes jamás experimentaste. 

Entre otras cosas, miedo. Te entiendo, créeme. Estuve ahí más de una vez. 

¿Qué tiene de malo volver? ¡No estaba tan mal! ¿Realmente quiero saltar? ¿Y si sale mal? ¡Todavía no estoy listo! ¿Que pensaran de mi? ¿Estaré loco? ¡Sería más fácil seguir con lo que había planeado! ¿Valdrá la pena? ¡Muchos desean estar donde yo hoy!

Si hubo algo que te impulsó a llegar a esa cima, ese *algo* no va a desaparecer hasta que descubras lo que hay “del otro lado”. 

Quizá no sea fácil, mucho menos cómodo. Pero vale la pena el esfuerzo. 

El peor escenario es que vuelvas a hacer el camino, con cicatrices y nuevos aprendizajes.

Créeme que te entiendo, pero…

Todo parece más difícil, 

Antes de saltar. 


Deja un comentario