NO TE AFERRES A LOS SUEÑOS. PERDONA… ¿QUÉ?

Me cansé de leer en diferentes sitios y frases motivacionales cosas como «cuando duela piensa en lo mucho que luchaste para llegar a donde estas» «hace dos años soñabas en estar donde hoy estas» «haz a tu niña pequeña, orgullosa de que estas habitando tus sueños» o frases provenientes de personas que nos quieren pero que sin darse cuenta, también lastiman «sos una afortunada, todo el mundo quisiera vivir lo que estas viviendo» «sabes la cantidad de gente que quisiera estar en tu lugar?» «disfruta porque estas cumpliendo tus sueños».
No, no y no.
Quién soy yo para decirte que pares de compartir esas oraciones cliché? Para que no te angustie leerlas? Ni una psicóloga, ni una investigadora, ni tu mejor amiga. Solo soy alguien que decidió tener un sueño muy grande. Saltó el precipicio y se encontró con que al caer, no había suficiente agua.
Y por eso quiero traer a colación acá que a veces, los sueños … CAMBIAN. Y no es malo. Un poco al contrario, VOS cambias. Evolucionas. Creces. Sentís cosas que antes no sentiste. Te enfrentas a situaciones nuevas. Tomas conciencia de nuevos paradigmas. Aprendes. Conoces ciudades. Culturas. Personas. Y cada interacción de tu vida, te cambia. Te llena de algo. Te hace problematizar lo que dabas por absoluto y empezar a creer en otras perspectivas. Eso fue durante toda mi vida el motor que me impulsó a viajar, miraba a todos estos cambios, fijo a los ojos.
Mientras todo esto va pasando; nosotros seguimos enfocados en piloto automático en alcanzar nuestros sueños. Tachas las metas. Estar más y más cerca. Y pocas veces los revisamos con lápiz y borrador en mano.
¿Cuál es el peligro de esto? que cuando llegas a la línea final, cuando vez la medalla y te toca empezar a «habitar el sueño» te das cuenta que al final, no te llena. Que no era lo que buscabas, que no era ahí.
Y al mismo tiempo que todos te alientan y hablan de lo feliz que debes estar por alcanzar «tus sueños» vos sentís vacío. Soledad. Lo que pensaste sentir cuando llegues a dónde llegaste, escapa mucho de como te sentís.
No sé si logro explicar lo suficiente mi punto de vista; pero supongo que si te encontras o encontraste en esta situación, entendes a la perfección lo que quiero decir.
Para ser más explícita, voy a desnudarme acá y explicarte mi experiencia.
A mí siempre me gustó viajar. Ni siquiera recuerdo cuando fue que aquella llamita se prendió. Quizá fue hace demasiado tiempo.
Desde aquel entonces, sueño con vivir viajando. No perder tiempo en volver a un lugar. Recorrerlo todo. Ser freelance, vivir de mis redes, viajar. viajar. viajar.
Para cumplirlo necesitaba ahorros en monedas diferentes a las de mi país de origen, y para ser honesta… todo iba a ser más fácil con un pasaporte de afuera también. Y con esas dos cosas en mente y mi teléfono para compartir todo en @guadiviajando decidí saltar al mundo.
Al principio era todo divertido. Mexico, Estados Unidos, Puerto Rico, República Dominicana, España, Austria, Portugal, Marruecos, Eslovaquia, Turquía y a repetir.
Me gradué en «desprenderme» de objetos materiales para viajar más liviano. Dejé bolsas de consorcio con mi nombre escrita en varios lugares del mundo. Incluso le pedí a una extraña que se guarde mi maleta. Sin darme cuenta que lo no tangible, era lo que no permitía viajar liviano.
Las despedidas se iban haciendo más y más duras. Subirse al avión costaba muchísimo mas que los precios del billete. Muchas veces perdí la ilusión de explorar el nuevo destino. Encontré donde ser, y me tuve que ir.
Estaba haciendo lo que toda la vida soñé, pero la Guada que tuvo esos sueños está millones de kilómetros de la que escribe esto hoy. Ahora envidio familias reunidas los Domingos por Instagram, parejas haciendo lo rutinario, incluso a quienes toman mate mientras estudian, porque es su mate, porque compraron la yerba en donde siempre.
Ahora sueño con tener dónde montar mi árbol de navidad y una ciudad desde la que buscar tickets ida y vuelta. Miro tazas en Pinterest que quiero comprar. Y nada de eso entra en una mochila.
Tengo otras metas y otros «quehaceres» en los cuales quizá ya camine antes pero con diferentes zapatos.
Dejar ir lo que creía y sincerarme, sobretodo con mi misma, lo que hoy movía mi corazón.. fue/ es de las situaciones más dolorosas a las que me enfrenté.
Mucho más que alejarme de casa, mucho más que dormir en aeropuertos, mucho más que moverme en países con lenguajes diferentes. Mucho más que tener la valentía de saltar.
A veces siento que perdí tiempo, que desperdicié oportunidades, que no abracé lo suficiente.
Pero lamentarse por el pasado es perder dos veces la vida.
Si estas pasando por lo mismo, ojalá te sientas identificado y veas que no estas solo (hablame, nos abracemos). Y si sos tan afortunado de no haber llegado jamás a este punto, te voy a dar un solo consejo.
Lápiz, goma de borrar y el corazón abierto.
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